Obi-wan dice: han aparecido en los últimos meses varios grupos antiburocracia (Madrid, Salamanca, Valencia, Castilla-La Mancha, que yo sepa) que se han rebelado contra las tareas burocráticas inapropiadas para el médico de familia. Este texto no trata de criticarlos, porque creo que llevan gran parte de razón. Justificantes, recetas de especialistas y de residencias de ancianos, volantes, bajas, visados, informes para balnearios, gimnasios o colegios, varios folios de naderías para la ley de dependencia. Cualquier papel ha sido susceptible de ser rellenado por y sólo por el médico de atención primaria. Pero como este blog está más referido a lo que nosotros , médicos de familia, debemos hacer que a lo que los demás hacen mal, no hay que olvidar un par de cosas.
Una, que gran parte de la burocracia que soportamos en las consultas ha sido y sigue siendo creada y alentada por compañeros nuestros. Hay muchos médicos que reconocen abiertamente que les encanta tener consultas burocráticas para poder descansar durante la consulta. Es decir, prefieren llenar su tiempo de consultas vacías antes que atender a pacientes que lo precisan. Si eso es a costa de tener lista de espera o de aumentar el número de urgencias, no importa. No se plantean gestionar los partes de confirmación de las bajas de larga duración para que no ocupen sitio en la consulta diaria, ni hacer lo propio con las recetas crónicas para que ni el paciente ni el profesional pierdan el tiempo. Esto ocurre, y más de lo que nos gusta creer.
Dos, nunca subestimes la profundidad de lo que se esconde detrás de algunos papelitos y lo que puedes extraer de ellos.
Caso 1: C, de 83 años, acude a consulta para que la hagas la receta de un ansiolítico. Es para su mujer, J. No la has visto desde que su demencia ha comenzado una rápida cuesta abajo. Lo ha comprado él por su cuenta en la farmacia.
Puedes optar por ponerte digno y explicarle, más o menos cortesmente, que si tú no has mandado la medicación el problema es de C y del farmaceútico que ha accedido a vendérsela. Nada que ver contigo. No has estudiado seis años, aprobado un exámen MIR y hecho una especialidad para firmar tiques de descuento.
Pero también puedes suspirar silenciosamente y escuchar a C. J cada día está peor. Pasa los días inquieta, murmurando frases sin sentido, sin apenas comunicarse. Y las noches son peores. Gritos, quejas de dolores y de soledad. Gentes que no están. El otro ansiolítico que tú le mandaste hace meses para conciliar el sueño. Precisa ser ayudada en los más miserables detalles y no muestra ningún agradecimiento. Sólo una extraña lejanía. No tienen familia y C se está gastando una pequeña fortuna en contratar cuidadoras que apenas duran en el puesto. Él hace días que no duerme.
Notarás, claro, que comprendes la pena de C, su desesperación. Pero eres médico y también sabes que hace falta algo más de tu parte. Ver a J, examinarla, valorar procesos intercurrentes, probablemente un neuroléptico. Que C sepa que estás de su lado. Quedas para ir a su casa. No está acostumbrado; los especialistas privados no van a los domicilios. Algo en su mirada te dice que tu actuación de hoy no saldrá publicada en el New England, pero que no te hace ninguna falta.
Caso 2: M es joven, tímida, y lleva poco tiempo casada. Antes tuvo problemas laborales y durante una temporada la viste con cierta frecuencia. Hoy sólo quiere un volante para el ginecólogo. Le preguntas el porqué. Se sonroja y susurra que para que le haga una citología. Miras la historia (¿últimamente no miras más al ordenador que a los pacientes?) y compruebas que la última se la hizo hace siete meses.
Puedes explicarle que no le toca, que las cosas no se hacen porque ella quiera, que ya vale de volantitos, citas y recitas. Si el ginecólogo quiere, que le dé la tarjetita rosa. Probablemente M no dirá nada y se irá.
Pero también puedes preguntar. Aprovechar el buen rollo que quedó tras aquellas visitas y animarla a decirte por qué quiere una citología. Puede que te diga que tiene molestias vaginales y flujo desde hace unas semanas. Que cuando tiene relaciones con su marido le molesta mucho. Que le da vergüenza. Otro papelito que no haces.
Hay otros casos. La baja que se complica con otros procesos. La receta del trauma que es poco compatible con el tratamiento del cardiólogo. Y resulta que tú estás en el mejor lugar para detectarlo. Y has elegido estar ahí.
Hay burocracia mala y a desterrar. Pero no toda.